Son las 9:00 horas de un jueves cualquiera. Pedro, abogado de un pequeño despacho de abogados madrileño, acude a su trabajo, tal y como cualquier otro día. Enciende su Peugeot, lo dirige hacia una céntrica calle madrileña, y lo primero que llama la atención es la tranquilidad en la que se desenvuelve su negocio. La luz. El sol. Tan solo el ruido del tráfico, el sonido del semáforo pendiente de cambiar su color, y un pájaro aposentado en un colorido arbusto, interrumpen la serenidad. Pero cuando atraviesa la puerta de su negocio, todo cambia. El silencio se manifiesta.
Tras levantar el cierre, desconectar la alarma, y encender las luces, Pedro enciende su ordenador mientras planifica la jornada. De repente, algo cambia. Algo ocurre con su PC: el equipo ha sido hackeado. “¿Cómo es posible sufrir un robo en pleno ambiente de serenidad y templanza?”, se pregunta. Acaba de sufrir un secuestro de la información con la que llevaba trabajando durante años. Acaba de perder el control sobre el trabajo de toda una vida profesional. “Me secuestraron toda la información y me pidieron un rescate”.
La primera reacción
El ciberataque a un pequeño despacho de abogados acaba de tomar posición en una céntrica calle de Madrid. Pedro se dispone a buscar ayuda. Acude a distintos profesionales informáticos y descubre el importante agujero que los ciberdelincuentes han provocado en su negocio: “Ni ellos nos saben explicar cómo han logrado entrar en el ordenador. No saben si ha sido a través de una descarga, a través de la dirección IP de las cámaras de seguridad, o cualquier otra práctica”. El caso ha sido puesto a disposición de la Policía Nacional, quien ha recibido la denuncia de este empresario.
En el despacho madrileño, sin embargo, todo sigue tranquilo. Preocupación en silencio y un robo sin presencia. El miedo y el desvelo se adueñan de este espacio, y tan solo ayer un lugar de la abogacía bañado en servicios de calidad. Pedro es consciente de lo que ha sucedido, pero todavía no sabe el alcance de los daños: “Las barreras físicas cumplen una función tan decisiva, que a veces olvidamos el papel tan importante que cumple la seguridad tecnológica para las empresas que trabajan con datos personales”. Y, lo que es peor aún: “Nunca imaginé que esto pudiera sucederme a mí”.
Ciberataques: una moda que apunta hacia los despachos de abogados
La moda de los ciberataques ha alcanzado a los despachos de abogados. Ya hace tiempo de ello. En 1999, la Guerra de Kosovo abría espacio al conflicto, un escenario en el que más de 450 expertos informáticos azotaban los ordenadores militares de los aliados. Los ciberataques comenzaban a gestarse. Ya existían cabezas pensantes conscientes del poderoso activo que se escondía tras estos aparatos. A medida que han pasado los años, estas prácticas se han ido extendiendo a diferentes ámbitos, no nos cabe duda.
De un tiempo para acá, aquellas actuaciones de pistola en mano protagonizadas por el grito ‘Esto es un atraco’ han empezado a formar parte del pasado. Ya no resulta necesario ni siquiera salir de casa. Con tan solo un ordenador, los hackers son capaces de destruir negocios. Se encuentran ocultos en el más absoluto anonimato, y la información robada les convierte en grandes poderosos que buscan conseguir altas cifras económicas, enterarse de algún tipo de información confidencial, etc.
¿Por qué se ataca a los despachos de abogados?
Pero ¿por qué un pequeño despacho de abogados? ¿A quién le puede interesar la información manejada en un pequeño negocio de barrio con pocos clientes? La respuesta es simple: los ladrones de información han encontrado en el sector de la abogacía una manera fácil y sencilla de conseguir muchos datos confidenciales, gracias a la puesta en escena de los sistemas electrónicos. Bloqueando estos sistemas, los ciberdelincuentes encuentran dos maneras de conseguir dinero:
- Rescate. Se le pide al empresario afectado, en este caso Pedro. A veces pueden alcanzar cifras que oscilan entre 500 y 6.000 euros. Los correctivos y la prevención a tiempo son una barrera eficaz para evitar los rescates por robo de información en los despachos de abogados.
- Vender la información. Comerciar con este poderoso activo en el mercado negro para conseguir beneficios económicos se ha convertido en una de las principales causas por las que los ladrones de la información actúan en las empresas.
“Según los datos que maneja Kaspersky, empresa experta en la detección y lucha contra virus en la red, solo en 2016 se produjeron en España 718.536 ataques a usuarios”, una cifra que ha ido aumentando con el paso de los meses. Somos el tercer país con más ciberataques producidos. Lo dicen los expertos.
Robo de información: consecuencias irreparables
Como consecuencia, las empresas sufren grandes pérdidas: mala reputación, desaparición de la confianza depositada por los clientes durante años, destrucción de casos, cierre de negocio, pérdida del control sobre nuestro negocio… Así hasta llegar a un sinfín de consecuencias acontecidas de primera mano en los despachos de abogados. Pedro es nuestro ejemplo.
La Policía es buena observadora de la vida urbana: “Las denuncias por este tipo de casos han crecido en los últimos años”. El crecimiento de este tipo de prácticas es imparable, pero ponerle freno es una decisión que actúa como barrera. ¿Por qué esperar a que nos ocurra algo similar? El verbo robar retumba glorioso de norte a sur y de este a oeste en esta profesión de defensa jurídica, asesora y consejera de las partes.
Pedro sobre lo sucedido: “Aprender para evitar”
“Robo, luego existo”, parece que gritan a coro los ladrones de información, un dilema existencial que plantea la seguridad en los despachos de abogados. Pedro lo ha vivido en primera persona: “No nos queda más remedio que aprender y enseñar con el ejemplo que hemos vivido en nuestra empresa para que vosotros no seáis los protagonistas de mañana”.
Brillaron los faros y el Peugeot desapareció en la oscuridad. Mientras tanto, la policía continúa e investigando el caso. El torbellino que era aquella sorpresa ingrata, o, mejor dicho, tumulto, preocupación, llanto, se prolongó hasta la madrugada en la comisaría, y para siempre en la vida de Pedro.